Me
gustaría dedicar un espacio de mi blog a una etapa de la vida de un artista que
para mí, creyendo ser conocido, ha resultado ser un total extraño. Hablo de
Pablo Ruiz Picasso, quien en mis pensamientos siempre había sido relacionado
con esas formas raras cubistas modernas. Sin embargo, ha sido un descubrimiento
saber que el artista no siempre pintó así y que detrás de su carrera se esconde
una trágica historia.
La
historia cuenta que nuestro genio formaba parte de una familia de cinco
miembros: su padre José Ruiz Blasco, su madre María Picasso López, sus hermanas
menores Lola y Conchita y él.
Natural
de Málaga, habiendo obtenido su padre una plaza de profesor, Pablo se ve
obligado a viajar a La Coruña. Cuando llegó, era un niño que solamente había
empezado a dibujar. Estudió en la Escuela Provincial de Bellas artes de La
Coruña, la misma escuela en la que su padre ejercía como profesor. Así fue
construyéndose a sí mismo como el gran artista que llegó a ser. El mismo pintor
afirmó la importancia que para él tuvo el período que vivió en Galicia, apreciándolo
incluso por encima de sus famosas etapas azul y rosa. Llegó incluso a decir
que, con doce años, pintaba como Rafael.
Sin
embargo, cuando sus cuadros comenzaron a triunfar y ante él se abría un
brillante destino, su hermana Conchita de tan solo tres años de edad enfermó de
difteria. Picasso, entristecido por este hecho, se encomendó a Dios diciéndole
que si salvaba a Conchita, él dejaría de pintar. Sin embargo, fue el irremediable
fallecimiento de la niña lo que le inspiró para crear uno de sus mejores
cuadros: “PICASSO AZUL Y BLANCO”.
Espero
que como a mí, os llame la atención esta etapa del pintor en la que se dedicó a
retratar a su familia, a dibujar personajes de manera homogénea, paisajes,
bocetos… Este es el primer capítulo de un artista que cambia su estilo por
completo para embriagarnos, después, con su
versión cubista.
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